Wednesday, February 21, 2007
Partir a los 18
Cuando la última trompada dejó de despeinarle la nuca, pensó: ya fue, en una mochila de jean, me entran las 3 remeras sin significado, una bombacha, el ventolín y la malla.
A los 18, no se necesitan más que para el pasaje, y una base para hacer el colchón.
Esa película ya la conocía. Mangueó una bolsa, que superaba holgadamente las tres décadas, la toldería se armó con mucho menos que tres estacas.
Contaba con una botella de Smuggler fíada, unas criollitas para evitar la acidés, el cielo estrellado y un libro de Benedetti hurtado del segundo estante de la biblioteca de su amigo.
No llegaban a ser las 2 de la mañana, cuando una coupé Mitsubishi acudió al salvataje.
Traían cordero frío, jamón, binoculares ingleses, vino de 8 pesos, una ensalada rusa avinagrada, un Carrera de Mente con faltante de fichas y una lona que servía para improvisar una carpa.
A esa Sapporo celeste, la avistó como a un ovni en son de paz, pero sin significado (hasta ese momento). Cuando las 3 marcianas descendieron de su nave, ya había relación de amistad, y se organizó la ranchada en un santiamén. El satélite salía antes de la mañana, sin embargo, no había apuro para enrollar las rizzlas.
No obstante, apareció un convoy de circo, con el abanico de personajes estereotipados que siempre traen aparejados estas cosas. Asomaron mostrando bebidas blancas, con alegrías de mentira y una bolsa llena de pelotudeces.
El no toleraba la situación: quería pelearse con su soledad y antes que el reloj de una vuelta, se había cruzado con un ángel y un ramillete de pajas que interrumpían su duelo.
Era la noche ideal, para componer Algo flota en la laguna (18 grados, alcohol, mística, y escenografía acorde) pero estaba molesto con esa falta de privacidad. Quería un lugar de menos inspiración.
Se hicieron las 4, las 5 y las 6, la luna ya se había hecho un queso saliendo del agua y después de que se repartan las invitaciones de retirada, la perseverancia y la insistencia claudicaron y quedaron “al fin solos”. Era hora de dormir, pero importaba poco, por que compartieron un té y como no había cuchara para mezclar el azúcar, el amoldó su cuerpo al ángel para así evitar el frío. Hasta ahí llegaron sus artimañas, ya que se dispuso únicamente a prevenir una taquicardia. Estaba a punto de pagar el precio del cansancio de tren, mochila y bicicleta. Y por ahí ella se dá vuelta, actuando un sueño para nada profundo. Pero él se conformó con la mezcla de alientos a 2 centímetros de la boca.
La noche pasó, cómoda como piso de pasto, y la mañana empezó con un dúo ya formado.
El ángel se bautizó como K, y antes de desayunar, le mostró sus pocas tetas, para provocar un electroshock. Dieron efecto de revote creo, por que lo movilizó otras cosas.
Se intercambiaron casetes, donde el había preparado un compilado de rock argentino de los 70s y ella uno de música celta, con gaitas al palo.
El le enseñó con lujo de detalles las fallas que tenía su auto, y ella le enseño que el primer paso de un camino es algo un poco más importante que el slogan de J. Walker.
Se convirtieron en algo, con sus manos estrechadas. Por que cuando alguien necesita sacarse el disfraz de objeto, el mejor amigo es aquel que simplemente se preocupa por abrigarte y darte de comer.
Tantos viajes a Europa, tantas cenas con más de 2 copas en San Isidro, la agenda tan cargada de dobles apellidos, le resultaban incómodos, cuando sabía que con unas havaianas por lustro alcanzan. El comenzó con su discurso de piojos, fálcones, jockey, armónicas, España, amigos, vacas, guitarras, gallinas, blues, y quintas propias. Se acomodó, y ante el buen gesto, K empezó a curar las heridas a medio cicatrizar en la espalda con crema de ordeñe y digitopuntura adecuada. Los golpes, todavía tenían presencia en el cuerpo, le dolían a todo el mundo, menos a él claro…
K amagó con algo de Spinetta, él retrucó con Artaud y poesía francesa que nunca pudo leer. Hubo flash instantaneo, y el salvó la ropa, por que su desfachatez de adolescente no iba alcanzar para tamaña hazaña
La mesa estaba servida, y compartieron tenedor, vaso y bombilla.
El día pasó y los rumbos eran opuestos, ella por un lado, compromisos familiares que él nunca iba a comprender. El necesitó agregar algo a la olla, aunque por más que le ofrezcan bifes y milanesas ilimitadamente, quería pegar un espíritu rebelde que lo saque de ese sistema infame, de ser todo cobrando por nada.
K pudo distraerse, con tíos cercanos en tierras lejanas, que se acercaban como todos los años a “respirar aire puro”.
Él hizo su primer viaje en Scania 112 naranja, llevando heno, y viendo como el macadam se transformaba en la escultura de K. Sintió como se le resecaba la boca, pensando en alguien que recién había conocido.El viernes llegó para el baile, ella también. Él no lo sabía, fue por inercia. Pidió su pseudo gin tonic y se sentó en la barra a esperar que se termine la noche. No obstante, apareció ella, del hombro de primos y primas, exaltados por el acontecimiento de la reunión. A K se le iluminó la cara, nunca había disfrutado un cuarteto pasado de moda.
No había nada en ese lugar que le importe más que sacarlo a bailar, y sacarle la tristeza a él, que hacía fuerza para que no se note la angustia vivida. Duraron 3 temas. Lo agarró del brazo y lo invitó a hacer lo que quiera.
No fue el miedo, sino prudencia, y buen gusto, lo que ofreció el - llevame a la plaza, o a la estación, pero sacame de acá-
Fueron sus 3 horas de gloria. Nada más que la charla más abrecraneos que escuchó en su vida, con toples de por medio, y un abrazo, que duró 27 minutos por reloj.
Las lágrimas de K, no salaron sus heridas, por el contrario condimentaron su alma, y pretendió ir un poco más allá.
Él puso el freno oportuno, que en su momento pudo costarle noches y tardes enteras de arrepentimiento. Los gallos cantaban desde hacía bastante tiempo, cuando se tuvo que subir al micro que la devolvía a la ciudad.
Se volvieron a ver a los 3 meses, hubo una caricia de pie desnudo, un beso y un 152 que sirvió de punto final infinito.
Cuando la última trompada dejó de despeinarle la nuca, pensó: ya fue, en una mochila de jean, me entran las 3 remeras sin significado, una bombacha, el ventolín y la malla.
A los 18, no se necesitan más que para el pasaje, y una base para hacer el colchón.
Esa película ya la conocía. Mangueó una bolsa, que superaba holgadamente las tres décadas, la toldería se armó con mucho menos que tres estacas.
Contaba con una botella de Smuggler fíada, unas criollitas para evitar la acidés, el cielo estrellado y un libro de Benedetti hurtado del segundo estante de la biblioteca de su amigo.
No llegaban a ser las 2 de la mañana, cuando una coupé Mitsubishi acudió al salvataje.
Traían cordero frío, jamón, binoculares ingleses, vino de 8 pesos, una ensalada rusa avinagrada, un Carrera de Mente con faltante de fichas y una lona que servía para improvisar una carpa.
A esa Sapporo celeste, la avistó como a un ovni en son de paz, pero sin significado (hasta ese momento). Cuando las 3 marcianas descendieron de su nave, ya había relación de amistad, y se organizó la ranchada en un santiamén. El satélite salía antes de la mañana, sin embargo, no había apuro para enrollar las rizzlas.
No obstante, apareció un convoy de circo, con el abanico de personajes estereotipados que siempre traen aparejados estas cosas. Asomaron mostrando bebidas blancas, con alegrías de mentira y una bolsa llena de pelotudeces.
El no toleraba la situación: quería pelearse con su soledad y antes que el reloj de una vuelta, se había cruzado con un ángel y un ramillete de pajas que interrumpían su duelo.
Era la noche ideal, para componer Algo flota en la laguna (18 grados, alcohol, mística, y escenografía acorde) pero estaba molesto con esa falta de privacidad. Quería un lugar de menos inspiración.
Se hicieron las 4, las 5 y las 6, la luna ya se había hecho un queso saliendo del agua y después de que se repartan las invitaciones de retirada, la perseverancia y la insistencia claudicaron y quedaron “al fin solos”. Era hora de dormir, pero importaba poco, por que compartieron un té y como no había cuchara para mezclar el azúcar, el amoldó su cuerpo al ángel para así evitar el frío. Hasta ahí llegaron sus artimañas, ya que se dispuso únicamente a prevenir una taquicardia. Estaba a punto de pagar el precio del cansancio de tren, mochila y bicicleta. Y por ahí ella se dá vuelta, actuando un sueño para nada profundo. Pero él se conformó con la mezcla de alientos a 2 centímetros de la boca.
La noche pasó, cómoda como piso de pasto, y la mañana empezó con un dúo ya formado.
El ángel se bautizó como K, y antes de desayunar, le mostró sus pocas tetas, para provocar un electroshock. Dieron efecto de revote creo, por que lo movilizó otras cosas.
Se intercambiaron casetes, donde el había preparado un compilado de rock argentino de los 70s y ella uno de música celta, con gaitas al palo.
El le enseñó con lujo de detalles las fallas que tenía su auto, y ella le enseño que el primer paso de un camino es algo un poco más importante que el slogan de J. Walker.
Se convirtieron en algo, con sus manos estrechadas. Por que cuando alguien necesita sacarse el disfraz de objeto, el mejor amigo es aquel que simplemente se preocupa por abrigarte y darte de comer.
Tantos viajes a Europa, tantas cenas con más de 2 copas en San Isidro, la agenda tan cargada de dobles apellidos, le resultaban incómodos, cuando sabía que con unas havaianas por lustro alcanzan. El comenzó con su discurso de piojos, fálcones, jockey, armónicas, España, amigos, vacas, guitarras, gallinas, blues, y quintas propias. Se acomodó, y ante el buen gesto, K empezó a curar las heridas a medio cicatrizar en la espalda con crema de ordeñe y digitopuntura adecuada. Los golpes, todavía tenían presencia en el cuerpo, le dolían a todo el mundo, menos a él claro…
K amagó con algo de Spinetta, él retrucó con Artaud y poesía francesa que nunca pudo leer. Hubo flash instantaneo, y el salvó la ropa, por que su desfachatez de adolescente no iba alcanzar para tamaña hazaña
La mesa estaba servida, y compartieron tenedor, vaso y bombilla.
El día pasó y los rumbos eran opuestos, ella por un lado, compromisos familiares que él nunca iba a comprender. El necesitó agregar algo a la olla, aunque por más que le ofrezcan bifes y milanesas ilimitadamente, quería pegar un espíritu rebelde que lo saque de ese sistema infame, de ser todo cobrando por nada.
K pudo distraerse, con tíos cercanos en tierras lejanas, que se acercaban como todos los años a “respirar aire puro”.
Él hizo su primer viaje en Scania 112 naranja, llevando heno, y viendo como el macadam se transformaba en la escultura de K. Sintió como se le resecaba la boca, pensando en alguien que recién había conocido.El viernes llegó para el baile, ella también. Él no lo sabía, fue por inercia. Pidió su pseudo gin tonic y se sentó en la barra a esperar que se termine la noche. No obstante, apareció ella, del hombro de primos y primas, exaltados por el acontecimiento de la reunión. A K se le iluminó la cara, nunca había disfrutado un cuarteto pasado de moda.
No había nada en ese lugar que le importe más que sacarlo a bailar, y sacarle la tristeza a él, que hacía fuerza para que no se note la angustia vivida. Duraron 3 temas. Lo agarró del brazo y lo invitó a hacer lo que quiera.
No fue el miedo, sino prudencia, y buen gusto, lo que ofreció el - llevame a la plaza, o a la estación, pero sacame de acá-
Fueron sus 3 horas de gloria. Nada más que la charla más abrecraneos que escuchó en su vida, con toples de por medio, y un abrazo, que duró 27 minutos por reloj.
Las lágrimas de K, no salaron sus heridas, por el contrario condimentaron su alma, y pretendió ir un poco más allá.
Él puso el freno oportuno, que en su momento pudo costarle noches y tardes enteras de arrepentimiento. Los gallos cantaban desde hacía bastante tiempo, cuando se tuvo que subir al micro que la devolvía a la ciudad.
Se volvieron a ver a los 3 meses, hubo una caricia de pie desnudo, un beso y un 152 que sirvió de punto final infinito.
Sunday, February 18, 2007
EL PEOR INSULTO
¡¡¡Sos una catarata de clichés !!!
¡¡¡Sos una catarata de clichés !!!
